21.3.09

Sin gritos vacíos

En su “Qué nos han hecho?” Susan Sontag afirma que las palabras alteran, agregan y sustraen y cuenta, entre otros horrores, cómo EEUU eludió el término genocidio, mientras éste era cometido sobre los Tustis en Rwanda; humillación, maltrato y tortura, demasiado descriptivos de la presencia norteamericana en Irak, también quedaron fuera del vocabulario de George Bush y su gabinete.

Más acá, al sur del trópico de Capricornio, Chacho Álvarez (sí, el mismo) sostiene que triunfa quien domina la estrategia de la indiferencia y de allí que la lucha pase ya no sólo por imponerle al adversario el lenguaje propio; habrá de arrebatársele la palabra que permita el control del territorio ideológico. Neruda en su vuelo decía de ella que tiene sombra y transparencia de tanto transmigrar de patria y alguna vez, en alguna charla, alguien me habló de la palabra balsámica.

Y aun a riesgo de empacho con tanta buena lectura, recurro a la genialidad de Kapuscinski para sumar motores de búsqueda:

"Hallar la palabra certera/ en plenitud de sus fuerzas/ tranquila/que no caiga en la histeria/que no tenga fiebre/ ni una depresión. Digna de confianza. Hallar la palabra pura/ que no haya calumniado/ que no haya denunciado/ que no tomó parte en ninguna persecución/ que nunca dijo que el blanco era negro. Se puede tener esperanza. Hallar palabras alas/ que permitiesen/ un milímetro siquiera/ elevarse por encima de todo esto."