29.10.13

mute


A veces debería callarme. Pero callarme en serio.
Callarme los ojos; el cuerpo. 
Callarme el llanto y el hastío. 
Callarme el desencanto y la furia. 
Pobre furia! Es tan vieja que a nadie asusta, sólo a mí
Debería callarme el ahogo. 
La orfandad. La "mente rota". 
Callarme la mordaza. 
El asco. La decepción. 
Callar. 
Callar del todo. 
Y pensar, 
mientras aprieto el mute, 
en que nada puede ser más silencioso que este vacío.

8.10.13

Cuando cae la noche


Después de muchas asambleas, decidieron que lo mejor era matar a la noche.

- Las mieses necesitan más luz! - gritaron los sojeros.
- El mercado lo exige - dijeron los industriales. Calculadora en mano, los hombres de la Bolsa levantaron las comisuras de los labios, como sonriendo. Y salieron de caza.

Ella escuchó de lejos. Su rostro negro se ensombreció. Planeó el escape: dejó durmiendo su satélite, cruzó la ciudad y fue siguiendo el río.

- A qué huele la noche, inspector? - preguntó el cadete. El silencio respondió que a jazmines, a cocina caliente, a sudor.

Ella huyó sin horizonte. Se lanzó a la carrera. Esquivó semáforos. Imitó el ulular de las ambulancias abriéndose lugar. En su marcha de vértigo pensó en los sueños de trabajadores y labriegos. Quién, vueltos de las fábricas y los campos, los cobijaría? Redujo el paso y la prisa.

Con el aliento próximo de la persecución, recordó las bombillas mortecinas de los barrios tristes. Y la letanía de las madres santas. De los torturados.

Zancada corta su abismo de conciencia. Caída fatal. Se derrumbó sobre sí misma. Con la respiración contenida y las rodillas peladas, esperó a sus asesinos. Hecha un ovillo, muerta de miedo.

Las caricias la tomaron de los hombros y ayudaron a erguirse. Ya de pie, un escudo se alzó en su defensa para detener la captura. 

La noche, redimida, reconoció cada mimo. 


Eran los amantes. Eran los poetas.



Hundiéndome en la oscuridad - Claudia Puyó