Sábado, 12:15
Me pica la frente.
Es la piel que se estira.
Se bebe el sol de la primera siesta de marzo.
Todo.
De un solo trago.
Los arcos de los pies están vencidos por los kilómetros, los años y los kilos.
Vencidos. Pero victoriosos.
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Mi amperímetro marca el máximo.
En la plaza, la intensidad ya no tiene escala con qué medirse.
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Habla.
Los estandartes lo cubren todo. Incluso las pantallas que muestran el "adentro".
De fondo, los bombos de liturgia sindical.
Las canciones amorosas.
Las manos extendidas.
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Una mujer empuja la silla de ruedas de su marido.
Grita.
Nos pide a la plaza que bajemos las banderas, que callemos redoblantes.
Dice no pueden ver ni oír.
Que la presidenta quiere que tod@ sea para tod@s.
El paso se abre hasta la valla y avanzan.
El hombre queda a miles de metros de Cristina.
Pero se sabe cerca.
Aplaude.
El viento corre los trapos y la ve en pantalla. Blanca, mujer.
Apunta su cámara y le toma fotos.
Sospecho que la piensa novia. Suya.
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Veo, a mi derecha, el reloj de un edificio.
- luego sabré que se trata de la ex Caja de Previsión, construida en 1928 por el arquitecto Atilio Locati-.
Son las 15.
El hemiciclo saluda y despide a la Jefa de Estado.
El aire se agita. La guardia también.
La locutora de "los cuarenta millones de argentinos" la anuncia.
Hay dos palcos frente a nosotros y en el más lejano, la vemos saludar.
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El tipo de la silla extiende la espina hasta donde sólo él sabe que puede.
No alcanza.
Entonces, estira los brazos, se prende al vallado.
Las manoplas le absorben el sudor.
Se aferra con fuerza tal, que se incorpora.
El impulso basta para sostenerlo segundos. Eternos segundos de amor.
Afloja los dedos y se deja caer.
Como un amante agotado.
Extenuado y plácido. Orgiástico.
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El acto termina.
La plaza contiene el aliento.
Y saca la voz para volver a cantar que viene
"bancando este proyecto, proyecto nacional y popular".
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Pienso en el tipo de la silla y su mujer.
Tod@s llegamos hasta allí empujad@s por algo. O por alguien.
El mismo alguien
El mismo amor.