Debe ser la Stout caliente, debe ser.
O no.
Amo la contradicción.
Por eso eso soy peronista.
Porque el peronismo es contradicción. Es un día aquí y el otro allá.
Es un movimiento, como decía el General.
Pongamos por caso un músculo cualquiera.
Ante el estímulo será protagonista o antagonista del movimiento.
Así nosotros.
Relax y tensión. Causa y efecto.
Acaso citar a Lenin, Marx o Mao sea contraproducente.
Si este post se tratara de la corrección política, lo pensaría dos veces.
Pero no. Es sobre la paradoja del peronismo.
Cada contradicción tiene su identidad.
No es lo mismo la materialista que la dogmática.
Ya no sé quién lo aseveró, pero me alcanza como premisa:
"La contradicción fundamental del proceso de desarrollo de una cosa y la esencia de éste, determinada por dicha contradicción, no desaparecen mientras el proceso no termina; sin embargo, en un proceso de desarrollo prolongado, la situación generalmente varía de etapa a etapa.
La razón es que, si bien no cambia ni la naturaleza de la contradicción fundamental del proceso de desarrollo de la cosa ni la esencia del proceso, la contradicción fundamental se va agudizando a medida que pasa de una etapa a otra en este proceso prolongado".
Es difícil de entender. Quizá.
Para el no peronista.
En cambio, para el ejército de cabecitas negras, de descamisados, de descastados, todo es más que claro.
Aun para muchos de sus dirigentes, prebendarios, burócratas, hartos de la sartén y también del mango.
Pasa que,
como dice Feinmann -el bueno-,
el peronismo,
además de un multitudinario movimiento de masas,
es una obstinación argentina.
Contradicciones - Las Pastillas del Abuelo